Del balance optimista de Alberto a la cruda realidad del mega apagón: entra en crisis el “relato” del peronismo

Es lo que tiene la política en un país imprevisible como Argentina: un momento, un presidente se retira contento del Congreso después de haber hecho una extensa y detallada reivindicación de su gestión. Y pocos minutos después, cuando ese presidente está convencido de que su discurso fortaleció su posición ante propios y ajenos, un mega apagón se encarga de contradecir su tono optimista y les da argumentos a los críticos.

Alberto Fernández probablemente haya pensado, al recibir la noticia del apagón, que su frase “La Argentina es la energía que el mundo está necesitando” haya tenido el peor “timing” posible.

Para colmo, el momento del corte se produjo pocos minutos después de un tuit de la cuenta del Presidente, donde reproducía una frase que sintetizaba su discurso ante el Congreso: “Hoy vivimos sustancialmente mejor que hace tres años”. Una frase que tuvo un “efecto boomerang” inmediato.

Al comienzo primó la confusión sobre el alcance del corte y los motivos de origen. Las primeras evaluaciones apuntaron a un apagón que afectó al 40% de la demanda de servicio eléctrico. Se mencionó un incendio en un tendido de alta tensión en la provincia de Buenos Aires, que provocó la típica reacción en cadena, en la que varias usinas quedaron fuera de operación por seguridad. Así, se afectó incluso la generación nuclear de Atucha.

Por su alcance, se trata de un corte comparable al mega apagón que afectó al país en junio de 2019, en la gestión macrista, y que periódicamente es recordado en cada polémica sobre la política energética de cada gobierno.

Ahora, las primeras versiones indican que fueron 12 provincias de la zona centro del país las más afectadas, justo la zona de la mayor concentración demográfica y con mayor consumo energético.

Pero, más allá de los debates técnicos que vendrán en los próximos días sobre los motivos de ese corte en un día de calor intenso, hay algo que ya es inevitable: la politización del tema después de un discurso presidencial que apostó todas las fichas a ampliar la “grieta”.

Un incendio en torres de alta tensión fue el origen del mega apagón, según las primeras evaluaciones técnicas

Las chicanas del “efecto boomerang”

Por lo pronto, esta situación le da a la oposición la ocasión perfecta para mostrar las contradicciones entre el “relato” presidencial y la realidad de un país con servicios públicos colapsados.

“El apagón es como un buen símbolo de lo que fue el discurso del Presidente. Hablaba de una Argentina que no es la que estamos viviendo, hablaba de otro país”, definió María Eugenia Vidal, diputada del PRO y precandidata presidencial.

“No pasaron ni cinco horas desde que Alberto Fernández terminó su discurso y la realidad mató al relato. Medio país sin luz. El presidente no pega una. El gobierno es un apagón”, fue la frase del diputado fueguino Pablo Daniel Blanco.

También Fernando Iglesias, uno de los protagonistas de la jornada, quien asistió al discurso presidencial dándole todo el tiempo la espalda al Presidente y se retiró en un intercambio de insultos y chicanas, aprovechó la oportunidad. “Si consideramos que un país con centrales nucleares tuvo cuatro gobiernos kirchneristas, la sacamos barata”, escribió en Twitter, entre otros comentarios irónicos.

Pero las críticas no se limitaron a los dirigentes de Juntos por el Cambio. Desde la izquierda, el diputado Nicolás del Caño dijo: “La Argentina de fantasía que describió Alberto Fernández en su discurso a la Asamblea legislativa es su propia realidad-auto construida”.

También ironizaron los economistas, como Roberto Cachanosky, quien junto a una foto de un comercio cerrado y el cartel “Sin luz”, escribió: “Esto no está pasando según Alberto. Somos Suiza y como los medios mienten, la gente cree que hay corte de luz”.

En tanto, el economista y ex diputado macrista Eduardo Amadeo recordó que las gestiones kirchneristas habían “patinado” u$s200.000 millones en subsidios y el sistema interconectado está colapsado. “La inversión es de derecha. La destrucción es progresista”.

Ante el Congreso, el Presidnete había hecho un balance optimista de la gestión, incluyendo el área energética

Ese fue el tono general de los comentarios. Y la crítica no se limitó al Presidente. También hubo recordatorios para el ministro de economía, Sergio Massa, que en el gran apagón de 2019 había reclamado que los funcionarios del sistema eléctrico y Cammesa fueran a dar explicaciones al Congreso. Tres años después, Massa fue el artífice de que se les condonaran deudas por $140.000 millones a Edesur y Edenor por obligaciones impagas con la mayorista Cammesa, de propiedad estatal.

Incomodidad en la interna

La incomodidad en el Gobierno y su base militante fue manifiesta. Otra vez, como ya había ocurrido en el reciente apagón que provocó protestas violentas en el sur de la Ciudad, se dejaron oír las protestas desde la propia interna.

La certeza que se instala en el Frente de Todos es que una de las peores cosas que puede ocurrirle al Gobierno es que calidad del servicio energético se transforme en un tema central de la campaña. Según una estimación de Daniel Gustavo Montamat, ex secretario de energía, actualmente los cortes volvieron a un promedio de 20 horas de duración.

Eso implica que la población está percibiendo un agravamiento de la situación, porque la gestión macrista había bajado la marca a 14 horas. Puede que ahí resida parte de la explicación sobre por qué a Macri le fue bien en las legislativas de 2017 después de un “tarifazo”: había una percepción de mejora del servicio, dado que hacia el final del gobierno de Cristina Kirchner, en pleno colapso del sistema energético, se había llegado a una duración promedio de 44 horas en los cortes.

De todas formas, todas esas cifras lucen como un muy mal registro cuando se compara con las 8 horas de corte que tenía la red eléctrica hacia el año 2003, cuando Néstor Kirchner asumía el Gobierno y aplicaba un congelamiento tarifario sobre un sistema que todavía se encontraba en buen estado gracias a las inversiones de la década anterior.

Para colmo de incomodidades, este nuevo megacorte se produce en vísperas de un nuevo incremento tarifario, algo que en el sector kirchnerista creen puede volcar la opinión pública en contra del peronismo.

El recorte en subsidios económicos durante el año pasado fue de 0,4% del PBI pero, aun así, siguen teniendo un peso considerable dentro del gasto y representan dos puntos del PBI. Si se lo compara con el nivel de subsidios que había hacia el final de la gestión de Cristina Kirchner, cuando se había llegado a un 4%, el nivel actual es bajo. Pero si se toma en cuenta el compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional, de no pasar de un tope de 1,6% del PBI, entonces el esfuerzo fiscal adicional sigue siendo grande.

una consecuencia política del apagón fue el regreso de las presiones internas para una reestatización del sistema eléctrico

¿Vuelve la tentación re-estatizadora?

Y otra vez hubo referentes del espacio que salieron a reflotar los pedidos de reestatización del servicio. A diferencia de lo ocurrido hace dos semanas, el problema no se limitó a Edesur sino que afectó a todo el sistema, con lo cual se hace difícil culpar a una empresa extranjera en particular.

Ni siquiera se salvó Edenor, que hasta ahora había sido puesta como ejemplo del modelo que impulsa Sergio Massa, en el que el Estado busca la asociación con empresarios nacionales que muestran afinidad política y que, en su calidad de “expertos en mercados regulados”, están dispuestos a aceptar intervencionismo en la cuestión tarifaria, a cambio de beneficios en otros planos.

Flavia Royón, la secretaria de Energía, que había avisado que al Gobierno “no le temblará el pulso si eso implica tener que rescindir el contrato de concesión de Edesur” no habló en esa crisis. Había asistido pocos días antes a una reunión internacional en Gran Bretaña en el que se trató el futuro de las energías renovables.

En todo caso, lo que parece inevitable es que se profundice un debate interno que ya se venía insinuando en el peronismo: por un lado, el kirchnerismo con su agenda neo-estatista, que se enfrenta al modelo de Massa, que privilegia a los “operadores amigos”.

Edenor es el ejemplo más claro desde el cambio de manos ocurrido hace dos años, cuando el trío Vila-Manzano-Filiberti, un grupo de empresarios estrechamente vinculados a Massa compró por apenas u$s100 millones el 51% de la empresa que controlaba el grupo Pampa. 

Del otro lado, hubo planteos concretos por las reestatizaciones, como el del gabinete bonaerense, Martín Insaurralde, quien ofreció que un grupo de intendencias del sur bonaerense se hicieran cargo del servicio pagando su valor de mercado, y “poniéndonos al frente de la inversión que hace falta para terminar con la desidia de esta empresa”.

Aunque desde el punto de vista político fue una declaración que no generó sorpresa, no deja de llamar la atención que haya intendentes que quieran asumir el control de una empresa que durante los dos años de pandemia perdió unos u$s270 millones como consecuencia del congelamiento tarifario, y que en su último balance arrojó una pérdida de $9.712 millones -para el período enero-septiembre 2022- aun cuando las ventas de electricidad se habían incrementado un 5%, medidas en volumen.

Ciertamente no parece un buen negocio. En las recientes audiencias para revisión de las tarifas, las dos grandes compañías eléctricas pidieron para este año aumentos por 260%, como condición para un mantenimiento de las inversiones. Y Edesur, en su presentación de flujo de fondos para 2023 proyectó un déficit de $103.000 millones.

Son cifras que chocan de frente con los números optimistas que presentó Alberto Fernández en el Congreso. El Presidente puso de manifiesto las mejoras en infraestructura, y en particular en el plano energético, donde no solamente prometió el autoabastecimiento sino que el país comenzará a exportar excedentes.

El Presidente celebró que la economía crecerá por tercer año consecutivo -un dato con el que los economistas privados discrepan, al punto que algunos ya proyectan una recesión de 2% del PBI-, y destacó que uno de los rubros que más contribuirán a ese crecimiento es la inversión.

Dijo que en el último trimestre de 2022 la inversión había registrado una suba de 14% respecto del año anterior. Pero, en fuerte contraste, se publicaban datos sobre dos caídas consecutivas en la producción industrial y un incremento en la capacidad ociosa de las fábricas, que ya está en 36%.

Y luego llegó el apagón. Y en cuestión de minutos, todos los números que parecían la base sobre la cual el oficialismo podría defender la gestión, parece volverse en contra.

Fuente: iprofesional.com

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