Crisis política por las subas de precios de la carne: ¿lo peor todavía está por llegar?

Lo que ocurre con el precio de la carne es la síntesis de los peores temores del Gobierno: no es el reflejo de una intensificación en el consumo, que -más allá de la mejora estacional de fin de año- sigue en mínimos históricos. Y, para colmo, los expertos del negocio agropecuario creen que lo peor todavía está por verse en dos meses, cuando la suba de 40% en el precio de la hacienda haga su impacto en las carnicerías.

Para un partido político que basó su campaña electoral en el regreso del asado a todos los hogares y que ha recogido frustraciones -como los magros resultados de los cortes a precios populares y el fracaso del cierre exportador de 2021 para bajar precios internos- esta situación que se está dando en el mercado cárnico es mucho más que un problema económico. Ya se transformó en un problema en el plano simbólico: durante la gestión de Alberto Fernández el consumo cayó a un mínimo de 47 kilos per capita y, ahora, el rubro cárnico vuelve a empujar la inflación al alza.

Por si las malas noticias no fueran suficientes, se da una situación paradójica: en el caso de que lloviera en el campo -que es uno de los pocos deseos de consenso entre todos los argentinos, sean peronistas o macristas, consumidores de la ciudad o productores del campo-, la situación podría empeorar más.

La explicación es que lo que ha mantenido la oferta relativamente alta durante todo el año pasado -y por eso el precio de la carne subió menos que la inflación- es el alto número de envío de animales a faena. Se trata de una situación típica de momentos de crisis: al ver disminuir sus márgenes de rentabilidad, y con pocas chances de engordar los animales a un costo razonable, los productores mandan a faena animales que en otro momento hubiesen sido mantenidos.

Carne: importante merma de animales

De hecho, según cálculos del experto Ignacio Iriarte, este año habrá una camada de terneros que registrará una merma de un millón de animales -algo que tendrá su impacto en las carnicerías dentro de dos años-.

Pero luego ocurre el fenómeno inverso: los productores pasan a una retracción, en la búsqueda de recomponer capital. Y si llueve, son mayores los incentivos para dejar de enviar hacienda a la faena, porque vuelve a existir la posibilidad de engordar los animales con pasturas.

Pese a los recientes aumentos, los expertos advierten que todavía no se ha sentido el impacto en las carnicerías por el incremento de los precios de la hacienda

La paradoja es que si, como todos esperan, llegan las ansiadas lluvias, la primera consecuencia que se verá en el negocio agropecuario será una fuerte reducción en la oferta vacuna, lo cual agudizará la tendencia a la suba de precios.

De hecho, es un fenómeno que ya se ha empezado a constatar en las zonas en las que cayó más agua en el inicio del año.

Sobran desincentivos para la oferta

La realidad es que, si bien los aumentos de las últimas semanas han sido importantes, todavía hay categorías del mercado ganadero en las que los precios continúan retrasados respecto de la inflación de 94,8% registrada en 2022, por lo que los analistas creen que existe margen para más aumentos en el corto plazo.

Hablando en números, las recuperaciones más fuertes se dieron en el novillo, con una suba de 87% nominal respecto del año pasado. Pero otras categorías, como la “vaca gorda” sólo subió un 62%, la “vaca conserva” un 46% y la invernada -es decir, el ganado para engorde mediante pastoreo- un 43%.

Esa situación influye sobre las expectativas de los productores ganaderos, que mientras ven subir los precios de la hacienda prefieren asumir una postura conservadora y observar cuál es el techo del mercado. Los analistas del sector ponen el ejemplo de productores que hoy están arrepentidos porque hace dos semanas vendieron a los frigoríficos jaulas de novillo pesado a $600 y en pocos días los mismos frigoríficos terminaron convalidando un precio de $780.

El factor para esa suba fue el rápido incremento de la demanda importadora de China, el destino del 80% de la producción vacuna que sale al exterior.

En definitiva, los productores tienen un cuádruple motivo para no vender:

  • Primero, la necesidad de recomponer stock luego de haber faenado en cantidades extraordinarias como consecuencia de la sequía.
  • Segundo, la conducta conservadora típica de un momento de subas de precios, cuando todavía está en el mercado la creencia de que hay más margen para los aumentos.
  • Tercero: en el caso de que efectivamente se produzcan las ansiadas lluvias, esto implicará una baja en los costos de engorde de animales por la mayor abundancia de pastura, lo que hará que los productores reduzcan más su oferta a la faena.
  • Cuarto: el súbito cambio que se produjo en las últimas semanas en el mercado internacional, con el renovado impulso de la demanda china, pone otro aliciente para esperar a ver hasta dónde se convalidan los incrementos de los cortes de exportación.

Si finalmente se produjeran las esperadas lluvias en el campo, eso agudizaría el incentivo a engordar ganado y no faenarlo, con lo cual se retraería aun más la oferta

El consumo de carne no reacciona

La gran contradicción ante este escenario de aumentos que parecen inevitables es que la demanda del mercado interno sigue sin dar signos de reactivación, más allá de típicas variaciones estacionales. Dicho en palabras de los ganaderos, “no entra un bife más”.

Claro que esa no parece ser la tesitura del ministro de Economía, Sergio Massa, quien acaba de anunciar medidas de incentivo a la oferta de carne con alicientes para los frigoríficos exportadores que vuelquen producto al mercado interno.

Además de las bajas cifras de consumo, los expertos notan también una pérdida en la calidad del consumo. Según el consultor Salvador Di Stefano, el consumo de cortes de alta calidad -basado en la faena de novillitos y vaquillonas- marca 25 kilos por persona, un nivel comparable al de consumo de carne porcina y la mitad de lo que se consume de pollo.

Ante esa situación, dirigentes del gremio ganadero vienen planteando la necesidad de cambiar la estrategia comercial. Desde la Mesa Nacional de Carne, argumentan que se debería dejar de vender “vacas viejas” y pasar a un formato de cortes de calidad, similar a la cuota Hilton que se dirige al mercado europeo. De esa forma, se aspira a un incremento del precio aun cuando los volúmenes continúen retraídos.

Ya hubo conversaciones con el Gobierno para que se liberen a la exportación algunos cortes que hoy tienen dificultad para comercializarse en las carnicerías, pero que los funcionarios se muestran temerosos.

En realidad, el debate de fondo es si la carne es efectivamente cara en Argentina o si el problema es el poder adquisitivo de los salarios, que en los últimos meses han vuelto a perder contra la inflación. De hecho, cuando se hace la comparación de precios con otros países, la conclusión es que, contrariamente a lo que afirma el Gobierno, Argentina vende a su público una carne notoriamente más barata.

Una investigación de la Fundación Mediterránea reveló que, pese al reciente encarecimiento, en las carnicerías argentinas los precios siguen siendo más baratos que en Uruguay, Brasil y Chile.

La gran diferencia no es el precio de la carne sino los salarios: medido al tipo de cambio oficial, el haber mínimo argentino se encuentra un 32% por debajo del uruguayo, que lidera el ranking. Y si la conversión se hace al blue, el ingreso de Argentina es por lejos el más bajo de la región.

El súbito incremento de la demanda china podría llevar a una presión adicional de los precios, apuntan en el sector ganadero

Un mercado escéptico

Es con ese dato sobre la mesa que el Gobierno planteó su propuesta de subsidiar el 10% de la compra de carne vacuna a quienes paguen con tarjeta de débito en las carnicerías. Massa sostiene que no hay un costo fiscal asociado a esta medida, porque se incentivará no solamente un mayor consumo sino una mayor venta “en blanco” en un negocio con altos índices de informalidad. En consecuencia, prevé que el mayor volumen de aporte impositivo neutralizará el costo del subsidio.

Lo cierto es que, de momento, en el sector cárnico no se refleja un gran entusiasmo con el resultado de esas medidas.

El presidente de la Cámara de Abastecedores y Matarifes, Leonardo Rafael, consideró inevitable la suba de precios, por el simple motivo de que durante el año pasado acumuló un atraso respecto de la inflación promedio.

“La carne estuvo muy barata durante 2022: hubo un retraso de hasta el 70%. En las últimas semanas hubo aumentos del 30% y aún resta entre un 15 y un 20% más de subas en los precios”, sostuvo el dirigente.

Mientras tanto, los productores ganaderos mantienen su argumento clásico: que la solución pasa por incentivos para vender animales más gordos: venderlos con 430 kilos en vez de 320, como es la norma local. De esa forma, se lograría mantener la misma producción de carne pero con una faena de 10 millones de animales por año, en vez de 13 o 14 millones.

Esa solución permitiría que el stock vacuno pudiera volver a crecer -hoy es muy difícil, porque la tasa de mortandad de vacas está en un nivel similar al de nacimientos-. La estadística marca que la cantidad de vacunos, que hace 25 años rondaba los 60 millones de animales, hoy está en 53,5 millones, con tendencia a seguir bajando.

Fuente: iprofesional.com

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